Replicas Humanas
Mauricio Peñaloza.
Socio de Ernst & Young
Uno de los últimos titulares de los diarios nacionales fue que carabineros informó que el 90% de los detenidos por los saqueos que ocurrieron después del ter terremoto del 27 de Febrero no tenían antecedentes penales.
Muchos se han sorprendido de esto, ya que pensaban que se trataría de delincuentes y –por el contrario- la mayoría eran personas con trabajo y de nivel socioeconómico medio. A su vez los bienes que sustrajeron no fueron de primera necesidad, sino bienes drurables, como lavadoras, secadoras, televisores y refrigeradores.
Tambien se informó que, después del terremoto, en los mejores barrios y supermercados de la zona centro-sur del país, incluido Santiago, se realizaron compras individuales de grandes cantidades de alimentos no perecibles, como agua, leche, alimentos para niños y pañales. Lo mismo ocurrió con la bencina y el pan.
Aparentemente son todas situaciones distintas, pero creo que –en el fondo- son todas similares y muestran lo mismo de nuestra cultura, sociedad y capital humano. Antes del terremoto nos visitó en Santiago la “Pequeña Gigante” y fue vista por miles de personas, las cuales dejaron también toneladas de basura que debieron ser recogidos durante dos días de intenso trabajo por parte de los recolectores.
Varios alcaldes de playas del litoral central informaron este verano que uno de los mayores gastos de sus comunas fue la recolección de basura de las playas, lo cual llega a costar cientos de millones de pesos anuales.
Todas estas acciones tienen algo en común: El individualismo. Hemos desarrollado en Chile un individualismo exacerbado que sólo logra estar controlado cuando estamos sometidos a una fiscalización y control riguroso o en condiciones normales.
Basta que un semáforo se descomponga, para que no podamos cruzar armónicamente por turnos en una esquina y –por el contrario- atascamos el cruce tratando de cruzar todos antes que los demás.
Lo absurdo (y triste) es que en el ejemplo del semáforo y en los demás casos también, todos perdemos, si no hoy –mañana- pero siempre perdemos todos.
Si en esta grave y lamentable catástrofe yo alcancé a comprar en exceso alimentos, agua, medicamentos y bencina, o peor aún, alcancé a sustraer bienes sin que me descubrieran, las simples probabilidades nos dicen que en la próxima catástrofe es difícil que sea yo de nuevo el que abuse y –lo más probable- es que me toque el turno de ser víctima de los abusos de los demás.
Recuerdo una anécdota que cuentan le ocurrió a un profesional chileno en un país de Europa: Llegó a trabajar a una empresa y el primer día se fue a su trabajo con su colega del país extranjero quien lo pasó a buscar en auto muy temprano. Al llegar al estacionamiento de la empresa, todos los estacionamientos estaban desocupados. El conductor cruzó todo el estacionamiento y estacionó su auto en el lugar más alejado de la entrada de las oficinas de la empresa, ante lo cual el chileno le preguntó por qué hacía algo tan absurdo y el colega le respondió que como él llegaba más temprano tenía más tiempo que los que llegaban más tarde, así que –obviamente- les dejaba a ellos los estacionamiento más cercanos a la entrada.
¿Saben cuando seremos de verdad un país desarrollado? Cuando todos hagamos espontáneamente lo mismo que el extranjero de la anécdota. EL mejor ingreso per cápita llegará por simple consecuencia.
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